viernes, 21 de enero de 2011

ESPIRITU LATENTE




En un lugar, que ya no existe. En un tiempo, que ya se olvidó. Había un frondoso valle, habitado por dos seres inmortales. De esos que mueren, como todo inmortal que se precie, pero que mientras coexistan, saben que perdurarán por toda la eternidad.
Una de ellas, es descendiente de los primeros Olmecas que poblaron la Madre Tierra. Se cuenta que fue la última sobreviviente de este pueblo milenario. Y cuando se cuenta, por algo será. Porque las palabras nunca mienten. Eso es, cosa solo de hombres.
De la otra, se desconoce su origen, y por algo, también será.
A pesar de cohabitar ambas en el mismo lugar, nunca se llegaron a encontrar.
Espíritu Azul, que así se llamaba una de ellas, era reposada, como su bebida favorita. Nunca miraba el suelo, y mucho menos al frente, siempre estaba mirando hacia arriba. Se daba baños de luna, y escuchaba a las estrellas. A estas, le pedía que le cantara historias, y le contara canciones. Porque antes, hace muchos siglos, esto era así. Las historias se cantaban, debido a que todo lo acontecido anterior a esa época, era digno de ello. Y las canciones, se contaban, porque eran tan bellas, que no hacía falta adornarlas con música, para apreciarlas en su plenitud.
Tormento Latente, en cambio, era muy inquieta, siempre andaba con un gusanillo por dentro, que le obligaba a salir a explorar, ver cosas, y hacer todo lo que se le pasara por la cabeza. Nunca miraba hacia arriba, y mucho menos al frente, siempre estaba mirando hacia abajo. Se bañaba en las cascadas, y escuchaba a los árboles. A estos, le pedía que le contara sobre su nacimiento, ya que su muerte la conocía perfectamente. Porque antes, hace muchos siglos, esto era así. Sabías cuando morirías para no tener que preocuparte jamás por ello, para dedicarte exclusivamente a vivir y disfrutar de la vida. Y te ocultaban tu nacimiento, para que tuvieras que indagar en él. Para que investigaras de dónde vienes y por qué.
Ambas, aún perduran en la memoria, a pesar de que desaparecieron hace ya muchos siglos. Cuando se dejó de cantar historias y contar canciones, de vivir la vida, de temer a la muerte, y de preocuparse por sus raíces.
Y cuentan, los actuales habitantes de ese frondoso valle, que cada vez que toman un trago, de una bebida hecha por ellos. Una que contiene la esencia de ambas mujeres: El gusanillo inquietante de una, y el reposado de otra. Adquieren, la capacidad de hablar con los arboles, mientras se bañan en las cascadas. Y con las estrellas en cambio, si lo que toman, son baños lunares.

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