miércoles, 18 de agosto de 2010

LAS CIUDADES INVISIBLES

Sí. Hoy es uno de esos días. Uno de esos que cuesta tanto salir de casa, porque el tiempo no acompaña. Pero como la desgana de seguir viendo paredes en desuso le gana la partida a las condiciones climatológicas, decides abrir el portón de tu ya abandonada vivienda, e internarte por la ciudad.
Para llegar a tu destino no te queda más remedio que ir cruzando avenidas, calles, rotondas, glorietas, y alamedas. Alcanzarlas y abandonarlas sin mediar palabra. Sin un adiós, un lo siento, un volveré, o un perdón que tengo prisa. Ahí las dejas, sin más explicaciones, sin más remordimiento. Y es que el gen egoísta que todos llevamos dentro, ese gen que me persigue a la misma velocidad de la que huyo de él. Ese hace que ya no me importe que las calles tengan vida propia, y aún menos, sentimientos.
Para compensar este desaire, de vez en cuando te topas con un callejón sin salida. "¿Existe algo más inútil en el mundo que estos?¿Quién habrá sido el inútil que se levantó una mañana y le dio por inventarlos?" Sin duda estos son los pensamientos que recorre la mente de algún perenne transeúnte, que no sabe lo esencial de su existencia. Estos, son los alter egos de los que sí tienen salidas. De los que te llevan a donde quieres.
Así que, de esta forma, y con estos pensamientos continuó mi andar.
Sin mediar ni media señal me sorprendió una tremenda ventolera. Así que las palabras empezaron a pasar junto a mí. Según iban pasando las miraba, al principio de reojo, como si no las conociera, como si nunca me las hubieran presentado. No tenían la menor importancia para mí. Alguna se me posaba en el hombro como para recordarme inútilmente su existencia. Pero para su desgracia ese chirribiri era totalmente inocuo.
Sin embargo un andar más tarde me encontré con otras. Esas no me las esperaba. Y por eso, mi poncho fue inútil en esta ocasión. Lo más curioso de todo esto es que cuando fueron dichas, sabía que estaban huecas de toda sustancia, que la persona que las pronunció no sabía lo que decía y lo que conllevaba, pero según fue pasando el tiempo, fueron alimentándose por mí, por mi inocencia mantenida.
Y es ahí donde los callejones sin salida salen a mi rescate.
Cuando afortunadamente mis ojos descubren de qué están hechos los adoquines por los que camino, de esas otras palabras, de esas menos livianas, de esas que por mucho que quiera y sople, nunca se las lleva el viento.

lunes, 9 de agosto de 2010

OTOÑO

Hubo una vez en la que las hojas que caían de los árboles despertaban sentidos dispares.
Ilusión y reproche a partes iguales,de frentes distintos.
Ilusión nacidas de personas especiales.
Reproches en cambio de gentes vanales,resentidas de la felicidad ajena,por la incapacidad de hacerla propia...

Está claro que siempre hubo tiempos peores,que hace de los restantes tiempos mejores.

miércoles, 30 de junio de 2010

CAMBIOS.

Ya no me salen las cuentas.
Por mucho que lo intento,
siempre me sale el mismo resultado.
Realmente, siempre ha sido así,
pero me las arreglaba para falsearlas,
para que diera el resultado querido,
y no el real.
Sigue sin salirme las cuentas,
pero ya no importa tanto.
Ya me pasé a letras.

SENTIDOS.

Tengo que confesar que tengo debilidad por ciertos seres.
Unos muy pequeñitos por fuera,
pero inmesamente grandes por dentro.
Pueden ser feos o guapos, pero siempre bellos.
Son aquellos de apariencia débil.
Forjados en ese fuego que quema después de abrazar.
Luchadores no natos en la batalla de su vida,
pero luchadores de por vida.
Y tengo una sobrenatural debilidad, porque estan ahí.
Los puedes tocar,
oír,
oler,
y hasta morder.
Pero ya verlos...
ya eso amiga.
Son sentidos mayores.

DESVELOS.

Siento, un desazón por lo venidero.
Siento, dos almas distanciadas.
Siento, tres momentos contigo que tú ya olvidaste.
Siento, cuatro miradas que desconoces.
Siento, cinco sentidos ausentes.
Siento, seis pasos hasta tus brazos.
Siento, siete minutos de retraso.
Siento, ocho muecas del destino.
Siento, nueve veces nueve todo lo que te digo.
Siento, diez motivos para sonreirte.
Siento, once horas de preliminares.
Y así, así podría seguir contando hasta mil.

Siempre, claro, que esté soñando,
porque despierto,
tan sólo siento compañera,
una pesada etiqueta sobre mí.

UN POCO DE NADA.

I

Lo siento mucho, pero te odio.
Te odio, porque últimamente
no me das motivos para odiarte.

II

Ahora que me muevo por inercia
porque conozco el camino,
disminuyen mis fuerzas,
porque mi cabeza no está
donde se encuentran mis pies.

III

A veces me siento,
pero no me levanto.

IV

A buen entendedor
pocas palabras vastas.

sábado, 26 de junio de 2010

UNA NOCHE CONTIGO.



Se que lo hiciste sin darte cuenta, que no eras consciente de ello,
pero a pesar de ello, te tengo que decir que ayer lo volvistes a hacer.
Empezaste sorprendiéndome por la izquierda con una sonrisa más amplia que la que estás habituada a lucir.
A continuación, y como de costumbre,
tuviste que levantarte y echarte a andar.
Con ese movimiento tan tuyo,
que consigue que se te levante y baje la melena.
Y a mí, el ánimo.
Después, me ausenté unos minutos,y claro, tú no podías haberte quedado impávida, mirándote las uñas,
observar si había algún tipo interesante a tu alrededor,
o simplemente haberte quedado embobada mirando al horizonte con algún pensamiento insulso, o al menos, egoísta.
¡No! ¡Cómo no! Tú tenías que abrir el bolso, y ponerte a leer...
Por cierto...de lo atractiva que te encuentro cada día que pasa,
de eso, de eso mejor ni hablamos.
También, me llevé toda la noche esperando que me pidieras perdón
porque semanas atrás te mordiste los carrillos mientras tu indecisión viajaba de tu cabeza a tu boca y vuelta atrás de nuevo, y en tu línea, no lo hicistes.
En vez de eso, decidiste demostrarme toda la humanidad que hay en ti.

Por todo esto, fue por lo que no te abracé cuando nos despedimos.
Porque después de abrazarnos nos tendríamos que haber separado.
Y como tu comprenderás. No estaba yo de humor para ello.

martes, 6 de abril de 2010

RECUERDOS CONSTRUIDOS


Tuvo que pasar media década para que una escena similar se repitiera. Un lustro de vals. Baile de dos, que no parejas, despegado y rígido, sincronizado en sentido opuesto, giratorio, y por supuesto sin destino final.
Pero no siempre fue así. Primero se sucedieron dos años de soledad y nostalgia, ese preludio concertado antes de juntarse los cuerpos. Fruto de ese acuerdo previo venido por las circunstancias pasadas, consecuencias de aceptar una invitación de baile en estado de embriaguez.
Dos cuerpos tumbados de nuevo, esta vez en la playa. Ambos quemándose. Ellos aún no lo sabían, aunque era fácilmente de presagiar. Era de ese tipo de quemadura que tan sólo te das cuenta pasado un tiempo, suele ser bajo la ducha, desnudo, y en compañía. Tú, contigo mismo.
Quise construir un recuerdo y llevármelo para siempre, uno que nadie ni nada pudiera arrebatarme, ese que te da fuerza cuando más lo necesitas, aquel que te rejuvenece y te da empuje en la vida, aquel que justifica todos los pesares.
Había viento, se oían pájaros, el mar, y ella.
Le tapé las palabras con mi mano.
El recuerdo deseado era: Ella, yo, la arena, el sol, los sonidos, paz y tranquilidad entre nosotros, tanta veces pretendidas y tan pocas logradas.
Pero pasó lo que pasa cuando intentas construir un recuerdo. Que yerras. Y eso que lo obtuve todo, todo menos lo que más deseaba. Ella no intuyó en ningún momento mis pretensiones y por eso falló. Yo pensaba que ella no quería construir un recuerdo juntos, y por eso fallé.
Culpamos a las circunstancias, cuando estas son creadas por nosotros. Era nuestra culpa, de ambos y de ella. Pero... ¿De qué sirven las culpas? Si en esencia con lo que tenemos que convivir instante tras instante es con nosotros mismos y sus consecuencias.
Al final, sí me llevé un recuerdo, no el deseado, pero sí uno real:
Ella, pensativa y seria, con la cabeza gacha hacia la arena.

lunes, 5 de abril de 2010

RECUERDOS DE UN OLVIDO.

Ya era tarde, muy tarde. Hacía horas que estábamos todos acostados, que no dormidos. Algunos solos, y los más afortunados, no tan solos. Por una vez era uno de estos.
Ella me daba la espalda.
Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo sensual que la tenía. Piel bronceada, adornada de lunares colocados de forma caprichosa, y su pelo cayendo hasta descansar en la almohada.
No podía ver su cara, pero tampoco hacía falta. Hacía cerca de quince años que nos conocíamos. Casi la mitad de nuestra vida.
Pero ahora la observaba desde una posición privilegiada, desde la cual pocos hombres la habían contemplado desde este curioso ángulo, y no serán muchos más los que la contemplen en el futuro. Ella, más pudorosa, se tapaba de cintura para abajo con la sabana, dejando que esta marcase toda su figura.
Fue una noche calurosa, y muy húmeda, de finales de mayo, de aquel mayo de hace dos años. Principio, de aquel verano que marca tu vida.
Me incliné sobre ella, y asomé mi cabeza por encima de su nuca. Buscaba su mirada, y la encontré. La tenía fija, pensativa. Pero no hacia mí, sino al infinito, que no estaba a más de dos metros de nuestra cama.
Necesitaba observarla...
Una lágrima bajo por su mejilla, casi sin fuerza, como si la gravedad no quisiera actuar. Como si las fuerzas de la naturaleza se sintiesen invasoras de nuestra intimidad. Realmente, no tenían derecho a existir dentro de esos muros, eran entes usurpadores de un momento que no les correspondían. Ellos lo sabían, pero aún así, permanecían inmutables.
De todas ellas había una que me irritaba especialmente, creíamos que la controlábamos, pero, en realidad, se nos escapaba de entre las manos.
¿No os ha pasado alguna vez, que os encontrarais en un momento sumamente especial, aquel que siempre habéis soñado que llegase alguna vez, y que una vez alcanzado desearíais que nunca concluyera? Doy por hecho que sí.
Os hago otra pregunta: ¿Os arriesgaríais a permanecer toda vuestra vida en un momento concreto? ¿Sea bueno, o malo? ¿Sea el más deseado, o el más insoportable? ¿El más aburrido, o el más interesante? O aún peor, que se eternice el momento más mediocre posible, aquel que no te aporte nada, ese momento inexistente de experiencias, aquel en el que pasa la vida sin pasar.
Si Dios no juega a los dados será por algo....¿Pero acoso, yo soy Dios, o me acerco vagamente a él?
Tal vez será por eso, por lo que tras incorporarme, me marché.